Por: José Alonso Sanchez*
“Ved, yo voy a establecer mi alianza con
vosotros
y con vuestra descendencia después de vosotros;
y con todo ser viviente que está con vosotros,
aves, ganados y fieras de la tierra…” (Génesis 9,9-10)
y con vuestra descendencia después de vosotros;
y con todo ser viviente que está con vosotros,
aves, ganados y fieras de la tierra…” (Génesis 9,9-10)
ESPAÑA • 19 DE SEPTIEMBRE DE 2009
Cualquiera
que se guíe exclusivamente por las informaciones de los medios de comunicación
social, y la vinculación de la imagen de San Fermín al mundo de los toros,
podría pensar que éste fue un afamado torero o corredor en encierros de toros.
Nada más lejos de la realidad.
San Fermín nació en Pamplona el año 272, siglos
antes de que existieran encierros o corridas de toros. Hijo de un cargo público
del Imperio Romano, se convirtió a Cristo por la predicación de San Honesto, y
viajó a Amiens (Francia) para su evangelización. Allí cumplió su misión hasta
los 31 años, edad que tenía cuando fue ejecutado por decapitación al negarse al
requerimiento de las autoridades del Imperio para que dejara de evangelizar.
Por
eso, cuando vemos esas carreras desaforadas de miles de personas delante los
toros, que se juegan la integridad física y la vida durante unos minutos
dramáticos, hay que preguntarse: ¿qué tiene que ver esto con San Fermín o con
la Iglesia? Porque si cualquiera de nosotros pretendiera organizar algo
parecido en nuestra ciudad, o arrojar una cabra desde la azotea de nuestra
casa, tendría un problema con el Seprona. Pero parece que la cosa no es tan
grave e incluso deseable si estos actos deshumanizadores se realizan invocando
a algún santo o a la Virgen, y la cabra se tira desde el campanario de una
Iglesia.
Resulta desalentador que tantas “fiestas” de este tipo tengan la
cobertura de instituciones o personas representativas de la Iglesia, o que
tengan sustento en el silencio cómplice y tolerante de quienes, por su
compromiso, más obligación tienen de oponerse a estas prácticas; que la labor
evangelizadora ceda a los intereses crematísticos del turismo de la violencia,
y sobre todo, que el testimonio de los que dieron su vida por Cristo y el
Evangelio, se solape por una utilización espuria de sus imágenes o símbolos.
* Cristiano Católico
* Cristiano Católico
Fuente: Diario Melilla
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