Por: Coral Bravo
Doctora en Filología
ESPAÑA | 21 DE FEBRERO DE 2013
Ni los toros ni los animales tienen derecho a la
libertad ni a la vida, declaró Toni Cantó, diputado valenciano por UPyD, ante
el asombro y la indignación profunda de millones de españoles, en el pleno del
Congreso en el debate sobre la tramitación de la ILP que propone declarar las
corridas de toros bien de interés cultural. En primer lugar, sorprende y
asombra que se debata una iniciativa legislativa popular que propone perpetuar
un espectáculo cruel y sanguinario de la España más negra e inquisitorial
cuando al resto de iniciativas populares, reclamando muchas de ellas libertades
y derechos básicos de las personas, PP y UPyD se han opuesto siempre de manera
sistemática. En este caso concreto, sin embargo, hicieron posible ese absurdo y
antediluviano debate.
Digo absurdo y antediluviano porque, a estas alturas
de la historia, el conocimiento humano tiene evidencias contundentes, tanto a
nivel científico, como biológico y moral, que demuestran que los animales con
sistema nervioso central tienen exactamente la misma capacidad de placer y de
dolor que un ser humano. No tienen inteligencia racional (¡aunque para lo que
les sirve a algunos…!), pero tienen inteligencia natural, instintiva y
emocional; la anatomía de su dolor es exacta a la anatomía del dolor humano,
tanto a nivel físico como psicológico y emocional. El razonamiento burdo,
ignorante y cruel de Cantó se basó en la supuesta carencia de obligaciones de
las especies animales, por lo cual, según él, tampoco tienen derechos. En base
a ese increíble y cateto razonamiento, tampoco tendrían derecho a la vida los
niños, o los disminuidos físicos o psíquicos, o los enfermos, o los
discapacitados.
Se percibe un claro maridaje ideológico de ambos
partidos, y más desde que, según las cuentas paralelas de Bárcenas, se sabe que
se pagó supuestamente dinero negro del PP a la plataforma Basta Ya, que sirvió,
presuntamente, para la fundación del partido de Rosa Díez. No es de extrañar
que ambas formaciones se alíen en defender la tortura como un hecho “cultural”,
porque la tortura y la ignorancia es la “cultura” para la derecha.
Imagino que desconoce que en la mayoría de países
democráticos más del 90% de la población rechaza de plano cualquier tipo de
maltrato animal, y que en España el 70% de los españoles está en contra de la
mal llamada fiesta nacional. Imagino que ignora que la UNESCO proclamó el 15 de
octubre de 1978 la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, del
todo incompatible con las monstruosas corridas de toros. Imagino que ha leído
poca ciencia, que sabe muy poco o nada de ética universal, que defiende unos
“valores” caducos que no se sostienen si no es con indecencia y malas artes, e
imagino que carece de capacidad de compasión.
Citaba a Fernando Savater para justificar sus
argumentos absurdos y su ignorancia. Quizás no ha leído a grandes
e insignes defensores de la vida animal, como Nietszche,
Shopenhauer, Gandhi, Georges Elliot, Franz Kafka, Théofile Gautier,
Galdós, Thomas Edison, Tolstói, Voltaire, Lincoln, Darwin, Kant…, cuyos
eminentes argumentos dejan las supuestas arengas especistas de Savater por
debajo de la suela de los zapatos. No se trata, en cualquier caso, de citas ni
disquisiciones más o menos acertadas de nadie, se trata de algo tan simple como
el uso de la inteligencia, la razón, la decencia, la ética y la compasión; algo
que la sabiduría universal siempre ha defendido como parte ineludible de la
ética y la moral natural.
Que la inteligencia de los animales no humanos sea
natural y no racional no nos otorga derecho alguno, por más que sea eso lo que
defiende y propaga el ideario retrógrado del cristianismo, a torturarlos ni a
asesinarlos de manera gratuita. El hecho de que, como argumentó Cantó en
su bochornosa arenga, el sufrimiento y la explotación animal sean algo
frecuente y sistemático en la industria cárnica, o en los zoos, o en los circos
y en los laboratorios, no es una premisa que justifique el maltrato hacia los
toros, sino, al contrario, es una realidad que hace más evidente la urgente
necesidad de que los humanos otorguemos un mínimo de dignidad a las especies
que nos dan sustento, y de que admitamos la evolución ética que supone el
respeto profundo a todas las formas de vida.
El aristócrata chileno Manuel de Salas, abogado,
pensador y educador de finales del siglo XVII, quien abanderó la abolición de
las corridas de toros en Chile, decía: “Una nación que asocia su cultura al
hábito de matar a un toro asustado, y que lo justifica bajo la impostura de la
tradición, no puede más que ser una nación pobre y mezquina, sin auténtica
creación cultural y de ética miserable”. Retrataba a esta España feroz de la
derecha y sus adláteres.
Porque hay que ser muy inconsciente y muy zote,
señor Cantó; o tener mucho interés en legitimar el sufrimiento y la tortura en
aras, quizás, de justificar en el inconsciente colectivo el maltrato a los
ciudadanos. Porque donde hay respeto hacia los animales está asegurado el
respeto hacia las personas. Y, en medio de tal expolio que llevan a
cabo de los derechos humanos, no es de extrañar que
institucionalicen el martirio y el dolor de esos otros seres
víctimas de la crueldad y la sinrazón. Pero eso, a los carcas de la
derecha, no les interesa.
Fuente: El Plural
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