Por: Andrés García Ibáñez
ESPAÑA • 11 DE FEBRERO DE 2010
La Tauromaquia de Goya es un conjunto de cuarenta y cinco estampas grabadas
al aguafuerte y aguatinta en poco menos de un año, desde finales de 1815 hasta
mediados de 1816. En la primera edición, realizada por el propio artista para
su venta, se estamparon sólo treinta y tres de las imágenes.
Esta monumental
serie fue realizada inmediatamente después de los Desastres de la Guerra,
fundamental también dentro del corpus goyesco, constituida por ochenta estampas
de violencia y crueldades. Los Desastres y la Tauromaquia comparten una visión
cruenta y brutal de la condición humana, donde la aniquilación y muerte del
contrario es el único desenlace posible. En ambas series aparecen patriotas
similares, ya sea en trance de asesinar franceses o de matar toros.
En este sentido, la Tauromaquia es una suerte de continuación de los
Desastres, a modo de gran friso sobre la violencia. Hasta hace relativamente
poco, toda la historiografía sobre esta serie ha incidido en el tópico del Goya
cronista y aficionado, visión que empieza a ser superada por investigadores
recientes como José Manuel Matilla que, más certeramente y tras un visionado
directo de las estampas, más objetivo, las ha relacionado con la postura de
denuncia de los ilustrados afines al pintor.
En casi todas las imágenes, el
salvajismo humano es la tónica dominante; los personajes suelen tener
expresiones faciales bestiales y primitivas, poseídos por la sinrazón, el odio
y la voluntad de matar. El público que asiste al espectáculo está representado
como una masa informe, enardecida o poseída por la misma bestialidad; a veces,
alguien ríe con gesto de sadismo. El toro suele aparecer siempre como una
víctima que intenta defenderse de una jauría de bestias carniceras. En otras
ocasiones, consigue provocar el miedo, como en la estampa de la muerte del
alcalde de Torrejón; el animal ha saltado al graderío y deja a su paso un
reguero de sangrienta aniquilación.
En la misma línea, el pintor critica la
gratuita exposición a un riesgo mortal por parte del torero, con títulos -más
que elocuentes- como "temeridad de Martincho" u "otra locura
suya". Estos títulos, además, fueron propuestos a Goya por Ceán Bermúdez,
su más cercano colaborador en la tarea de dar a sus grandes series grabadas la
imagen pública definitiva antes de la estampación y venta. La suerte de varas
es el momento más repetido por el pintor, dada su enorme carga dramática y
sangrienta.
La representación goyesca se recrea aquí en los tumultos de caballos
destripados, toreros arrollados por el toro y un público que en ocasiones salta
al ruedo y participa de la confusión. Ilustrados como Vargas Ponce o León de
Arroyal responsabilizaban a la fiesta del estado de degradación patrio, por
"incitar al ocio estéril y descuidar la industria y el progreso".
Nada nuevo bajo el sol.
Fuente: El
Almeria.es
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