jueves, 8 de noviembre de 2012

De niños toreros y otras víctimas



Por: Elena Negueroles *
VALENCIA • 12 DE NOVIEMBRE DE 2009
Me asombra e indigna el tratamiento tan frívolo que le da la prensa española al asunto de los niños toreros ¿Cómo se permite que niños de once años se lancen al ruedo a torear novillos? ¿No es esto explotación infantil? (por ambas partes,por la de los niños y por la de los novillos).
España no puede ponerse como ejemplo en estos temas, pero aunque no estemos demasiado arriba tampoco hemos caído tan bajo y no deberíamos seguir el juego a los países donde tienen lugar esas prácticas impropias de una civilización avanzada, dando difusión a esta modalidad de toreo como si se tratara de algo anecdótico, gracioso y divertido, que no lo es en absoluto. Si se quiere reflejar como noticia, se debe de hacer con la misma severidad que se emplearía si fueran niños explotados en cualquier otra actividad laboral, que además implicara un grave riesgo para su vida
No podemos lanzar la primera piedra porque es cierto que en nuestro país los niños acuden a los festejos y a las plazas, aunque sea como espectadores. Ignoro si hay una edad mínima para ello, pero en la práctica se comprueba que si hay una normativa al respecto no se cumple; también es cierto que en algunos pueblos de nuestra comunidad se sacrifican becerros que son puestos a la disposición de todo aquel que, sin tener conocimientos para ello y muchas veces envalentonado por el alcohol, quiera ser torero por un día, con el consiguiente sufrimiento añadido para el animal, el cual ni siquiera ha llegado a vivir una vida tan satisfactoria como aducen los taurófilos para justificar su horrible muerte en la plaza (en el caso de las corridas), pues no les han dado tiempo para ello
Pero en el caso del toreo infantil hay dos víctimas: los niños y los becerros; los niños porque, explotados por la codicia de los adultos -muchas veces sus propios padres- se enfrentan a un animal tan grande como ellos, en una tarea del todo impropia para sus años por su violencia y por su peligro; los becerros porque, ante la impericia de sus verdugos, reciben tantas estocadas como intentos han de realizar aquellos y todavía están más indefensos. Los niños siempre pueden salir corriendo o negarse a entrar en el ruedo si de repente les invade el pánico

Mal lo tenemos los que, decepcionados por la insensibilidad de las actuales generaciones, confiamos en que las siguientes, educadas desde su infancia en el respeto a los animales, hagan extensivo su concepto de la ética y la justicia no sólo a todos los humanos sin distinción de razas ni de nacionalidades, sino a todos los seres con capacidad de sufrir
Mal podemos educarlos con charlas o con asignaturas de ética animal si por otra parte les damos el ejemplo contrario, permitiendo que asistan a espectáculos donde el maltrato animal es celebrado como una fiesta o que comprueben la amabilidad y condescendencia con que se tratan noticias ilustradas con patéticas fotografías que muestran a niños huyendo despavoridos de un pobre becerro, que los mira asombrado con una espada clavada en su lomo.
Unos y otros deberían de estar jugando.
* Consell Valencià De Cultura

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