Por: Elena
Negueroles *
VALENCIA • 12
DE NOVIEMBRE DE 2009
Me
asombra e indigna el tratamiento tan frívolo que le da la prensa española al
asunto de los niños toreros ¿Cómo se permite que niños de once años se lancen
al ruedo a torear novillos? ¿No es esto explotación infantil? (por ambas
partes,por la de los niños y por la de los novillos).
España
no puede ponerse como ejemplo en estos temas, pero aunque no estemos demasiado
arriba tampoco hemos caído tan bajo y no deberíamos seguir el juego a los
países donde tienen lugar esas prácticas impropias de una civilización
avanzada, dando difusión a esta modalidad de toreo como si se tratara de algo
anecdótico, gracioso y divertido, que no lo es en absoluto. Si se quiere
reflejar como noticia, se debe de hacer con la misma severidad que se emplearía
si fueran niños explotados en cualquier otra actividad laboral, que además
implicara un grave riesgo para su vida
No
podemos lanzar la primera piedra porque es cierto que en nuestro país los niños
acuden a los festejos y a las plazas, aunque sea como espectadores. Ignoro si
hay una edad mínima para ello, pero en la práctica se comprueba que si hay una
normativa al respecto no se cumple; también es cierto que en algunos pueblos de
nuestra comunidad se sacrifican becerros que son puestos a la disposición de
todo aquel que, sin tener conocimientos para ello y muchas veces envalentonado
por el alcohol, quiera ser torero por un día, con el consiguiente sufrimiento
añadido para el animal, el cual ni siquiera ha llegado a vivir una vida tan
satisfactoria como aducen los taurófilos para justificar su horrible muerte en
la plaza (en el caso de las corridas), pues no les han dado tiempo para ello
Pero en
el caso del toreo infantil hay dos víctimas: los niños y los becerros; los
niños porque, explotados por la codicia de los adultos -muchas veces sus
propios padres- se enfrentan a un animal tan grande como ellos, en una tarea
del todo impropia para sus años por su violencia y por su peligro; los becerros
porque, ante la impericia de sus verdugos, reciben tantas estocadas como
intentos han de realizar aquellos y todavía están más indefensos. Los niños
siempre pueden salir corriendo o negarse a entrar en el ruedo si de repente les
invade el pánico
Mal lo
tenemos los que, decepcionados por la insensibilidad de las actuales
generaciones, confiamos en que las siguientes, educadas desde su infancia en el
respeto a los animales, hagan extensivo su concepto de la ética y la justicia
no sólo a todos los humanos sin distinción de razas ni de nacionalidades, sino
a todos los seres con capacidad de sufrir
Mal
podemos educarlos con charlas o con asignaturas de ética animal si por otra
parte les damos el ejemplo contrario, permitiendo que asistan a espectáculos
donde el maltrato animal es celebrado como una fiesta o que comprueben la
amabilidad y condescendencia con que se tratan noticias ilustradas con
patéticas fotografías que muestran a niños huyendo despavoridos de un pobre
becerro, que los mira asombrado con una espada clavada en su lomo.
Unos y
otros deberían de estar jugando.
* Consell Valencià De Cultura
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